La movilidad eléctrica ha sido caracterizada por los gobiernos y los responsables políticos como una de las soluciones más prometedoras frente al reto social de la sostenibilidad.
Los automóviles eléctricos reducen la huella de carbono de las ciudades, dado que no queman gasolina y los impulsa la electricidad. Actualmente, los vehículos de transporte con motores convencionales de combustión interna son los responsables de aproximadamente un 28% de las emisiones de gases de efecto invernadero en EE. UU. y del 24% a nivel global. Por lo tanto, los gobiernos y los responsables políticos tienen motivos de peso para promover la adopción a gran escala de los vehículos eléctricos. Además de su atractivo medioambiental, los coches eléctricos se han convertido en vehículos muy elegantes y eficientes, y están dotados de la última tecnología.
Por poner un ejemplo, Tesla fue, a mediados de 2020, el fabricante de automóviles más cotizado en bolsa, cosa que indica la importancia de la movilidad eléctrica entre los fabricantes de automóviles. De hecho, en este momento, cada vez más fabricantes están integrando los coches eléctricos en sus carteras de productos para preservar su relevancia para los clientes.
Por otro lado, los clientes disfrutan de subsidios gubernamentales u otros incentivos económicos para pasarse al coche eléctrico. Estas dos fuerzas casi paralelas (los incentivos gubernamentales y la voluntad de adopción de los clientes) tienen como resultado un número creciente de automóviles eléctricos circulando por las ciudades de Europa, Estados Unidos y Asia. Según Statista, la tendencia de la adopción de los vehículos eléctricos es de crecimiento exponencial, con 4,8 millones de vehículos eléctricos de batería en uso a nivel mundial en 2019, siendo China, Noruega y California algunos de los pioneros en esta adopción a gran escala de la movilidad eléctrica. Es evidente que la movilidad eléctrica ha llegado para quedarse.
La introducción a gran escala de la movilidad eléctrica tiene un precio, especialmente si consideramos el diseño actual de las redes eléctricas, la cadena de suministro de electricidad y el desarrollo urbano. Los desafíos que plantea la movilidad eléctrica son numerosos. En este artículo se examinan los más importantes.
Si los coches eléctricos no se cargan con energía renovable, es posible que no aporten los beneficios de reducción de CO2 prometidos. Podrían, por el contrario, trasladar parte de la huella de carbono del centro de la ciudad, donde normalmente circulan los vehículos, a los lugares donde se produce la electricidad.
Los coches eléctricos utilizan la “carga rápida” para resultar más atractivos para los clientes impacientes que quieren que su batería se cargue deprisa. Sin embargo, las estaciones de carga rápida crean picos de demanda de electricidad muy altos en la red, ya que consumen volúmenes importantes de electricidad en intervalos de tiempo muy breves. Esto puede amenazar la estabilidad y la fiabilidad operativa de la red eléctrica, ya que los grandes picos de demanda pueden provocar costosos apagones. Además, la carga de vehículos eléctricos puede ocurrir a diferentes ritmos (también conocidos como “niveles de carga” o “velocidades de carga”), y los proveedores de electricidad deben poder fijar el precio de estos diferentes niveles en función de su valor real para el cliente y para la red. Esto último ha resultado ser una tarea compleja, y la mayoría de los proveedores establecen estos precios sin lograr los máximos beneficios.
Los propietarios de vehículos eléctricos se ven desbordados por un exceso de información a la hora de decidir cuándo y cuánto cargar su vehículo para ahorrar al máximo sin afectar a su comodidad. Como resultado de esta sobrecarga de información, pueden acabar rechazando los coches eléctricos y pasarse a un coche convencional con motor de combustión interna, cosa que sería desastrosa para la sostenibilidad medioambiental.
Todos ellos son nuevos retos vinculados con la movilidad, para los que el aprendizaje automático puede ofrecer soluciones novedosas y eficientes como Pulpo, posicionándose como un instrumento clave para lograr una movilidad eléctrica sostenible.