Si en algo existe un consenso en materia económica tras el impacto del COVID-19 en nuestras vidas, es en que la realidad posterior será diferente a lo que conocemos hasta ahora. Sin embargo, ya podemos extraer ciertas reflexiones sobre los cambios que han llegado para quedarse. Uno de ellos es el crecimiento, casi desmesurado, del ecommerce.
Uno de los sectores esenciales y que mayor visibilidad está teniendo durante toda la duración de la pandemia es el de la logística. Considerados como básicos para el suministro de bienes esenciales, los distintos tipos de logística se han visto sometidos a la mayor prueba de estrés imaginable en un periodo de tiempo muy corto. El auge del comercio electrónico ha llevado a hablar de un ‘Black Friday constante’, con lo que ello supone de elevados costes logísticos.
Los supermercados, los videojuegos, las farmacias online y los suministros de oficina son los sectores que más han crecido a lo largo de esta época de confinamiento. Los productos más demandados por el canal de comercio electrónico han sido los relacionados con la alimentación, los juguetes y los artículos deportivos, que han llegado a multiplicar sus ventas un 300% en comparación con los mismos meses de 2019. La bajada en la demanda se produjo en sectores como el de la ropa, el calzado y los accesorios, en buena parte por la necesidad de probarlos antes de comprarlos.
Más del 60% de los españoles continuará comprando online cuando acabe la pandemia, de acuerdo con el Estudio Veepee de Tendencias de Compra Online. La reducción del riesgo de contagio percibido gracias a la minimización del contacto personal es una de las razones para ello.
Se estima que en los meses posteriores al fin de los efectos del COVID-19 a nivel mundial el crecimiento del comercio electrónico será del 20% más del previsto en condiciones de normalidad. No es una cifra en absoluto desdeñable; en 2019, la facturación que se derivada de operaciones relacionadas con el comercio electrónico en España alcanzaba los 1.850 millones de euros.
Este dato, proporcionado por el observatorio sectorial DBK, incluía los servicios de almacenamiento, transporte y distribución relacionados con el ecommerce. Eran datos para el optimismo considerando que el crecimiento, con respecto 2018, era del 19,4% y con respecto a 2017 del 42,3%. El fuerte crecimiento de las ventas por el canal electrónico tuvo su justificación tanto en el aumento del gasto medio por cliente como en el aumento del volumen de compradores online.
Mientras que en 2019 las tiendas online de todo el mundo alcanzaron una cifra de facturación de 9,2 billones de dólares, en 2022 el dato ascenderá hasta los 12,85 billones de euros. De acuerdo con el estudio realizado por la consultora Juniper Research, el aumento será del 60% en el periodo de tiempo que va de 2018 a 2022.
Hay que tener en cuenta que este incremento de la venta online vendrá motivado por la adopción del ecommerce como canal activo de comercio en el caso de tiendas físicas que durante los meses de pandemia han implementado estas estrategias como novedades. Se suman, por lo tanto, nuevos actores a un escenario en el que los retos también pasarán por encontrar espacio entre una competencia creciente, así como mejorar las soluciones de pago online y la optimización de la última milla. También existe un desafío por poner en marcha medidas higiénicas de entrega que hagan a los clientes confiar en la compra.
Por otro lado, cobrará aún mayor peso la logística inversa y su importancia en la cadena de suministro. Las compañías tendrán que hacer un especial esfuerzo por reducir sus costes y por hacerla más eficiente, evitando el elevado gasto que tiene aún el procesamiento de las devoluciones.