En la búsqueda constante de la reducción en el consumo de combustible, los fabricantes de vehículos de transporte mantienen una competitiva carrera por ser los primeros en ofrecer tecnologías disruptivas. En esa carrera tienen mucho que decir las innovaciones en i+D centradas en el uso de distintos tipos de recursos naturales. Aunque ya hace una década que los motores de hidrógeno son una realidad, su uso como combustible alternativo aún genera dudas. Sin embargo, hay buenas noticias. De hecho, el sector de la automoción está a punto de decirte una frase que ya había descartado escuchar: “Ahorra combustible con hidrógeno”.
Cuando se pregunta sobre las alternativas al masivo del gasoil en el sector del transporte de mercancías, las primeras opciones de las que se habla son el gas natural y el gas licuado, seguidos por, a más largo plazo, la electricidad o incluso los biocombustibles o biocarburantes. Para un futuro remoto quedan, incluso, opciones sobre las que aún queda mucho que investigar y mejorar, como la energía solar o el ‘gashol’ (metanol y etanol en combinación con gasolina).
El hidrógeno, aunque lleva más de 10 años planeando como una alternativa real, no se ha establecido como tal, sino más bien como una posibilidad futura. Hasta ahora. Las investigaciones acerca de sus ventajas y, en especial, su aplicación a los vehículos de gran tonelaje, están cobrando un nuevo impulso. Una de las principales razones para retomar este interés es el escaso tiempo de recarga que necesitarían estos vehículos para recargarse, ya que en escasos minutos el tanque podría estar lleno, con el consiguiente ahorro de tiempo.
El rendimiento y la autonomía deben ser al menos similares a los que ofrecen las actuales opciones en materia de combustibles. Los esfuerzos de investigación se centran en ello y ya existen prototipos que equiparan sus índices de productividad con los del diésel. La tecnología de celdas de combustible de hidrógeno está mejorando también la autonomía e incluso tiene mucho que decir en el aumento del espacio que permite para la carga de mercancías en el tráiler, ya que las celdas de hidrógeno se han hecho cada vez más pequeñas y ligeras en comparación con los depósitos de gasoil.
Nadie desea que su flota de transporte corra riesgos. El hecho de que el hidrógeno sea un gas inflamable ha generado ciertas alarmas desde que comenzó a hablarse de él. Se olvida que la industria aeroespacial ya emplea como combustible el hidrógeno, y que para que tenga lugar una explosión se necesitaría dos condicionantes; la existencia de oxígeno y que haya una fuente de energía que genere la ignición. Los dos son descartables con los depósitos que almacenan el hidrógeno. Éstos guardan hidrógeno puro al 99,99% y se fabrican bajo las más altas medidas de seguridad. Por otro lado, la volatilidad del gas hace que se disipe con rapidez en caso de ligera fuga.
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A pesar de las mejoras en rendimiento, autonomía y seguridad, y de que su emisión de contaminantes es cercana al 0%, hay aún fuertes obstáculos que impiden que podamos hablar con firmeza de ahorrar combustible con hidrógeno. Al igual que el caso de los vehículos eléctricos, aún no existe un número adecuado de estaciones de recarga. Aunque Shell ya tiene planeado que eso cambie en los próximos años.
El uso de hidrógeno licuado en vehículos sería un gran avance, ya que proveería de un rendimiento superior al de los vehículos a gasolina o diésel. La mala noticia es que el coste para licuar el hidrógeno es muy elevado, y por ello sólo es posible utilizarlo en forma gaseosa, la cual genera un rendimiento comparable al de los combustibles fósiles.
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Otro de los desafíos a los que se enfrenta el objetivo de ahorrar combustible con hidrógeno es el precio que tiene obtenerlo en la atmósfera, donde no se encuentra en grandes cantidades. Su obtención se produce en muchas ocasiones, además, con métodos que utilizan combustibles fósiles, lo que significaría una contaminación igual o superior a la provocada por un motor a gasolina.
Fabricar depósitos de hidrógeno aún más pequeños y ligeros y abaratar los costes de la fabricación de las celdas de combustible de este gas son retos en los que la industria de la automoción trabaja sin descanso. Fabricantes como Toyota, Hyundai u Honda han comercializado modelos de camiones de hidrógeno en la mitad de la última década. De momento, con éxito muy relativo y ventas muy inferiores a las de vehículos movidos por electricidad. Pero esta dinámica puede cambiar muy pronto.